El simbolismo de la luz en “El ángel teñido de púrpura” y su correlación con el texto coránico (II)

La luz en el ángel teñido de púrpura

Para el análisis de éste símbolo, lo primero que hay que advertir es que como tal, la luz, no es meramente un fenómeno físico y que sus significados tras la palabra enrollan una serie de significaciones que enlazan hacia la tradición platónica, hermética y zoroastriana. De esta última, se desprende lo fundamental de su cosmología de la Luz, donde en mayor jerarquía se ubica la “Luz de Luces”, como origen de todo lo que existe, la que a su vez origina sucesivamente el resto del universo por medio de constantes emanaciones y relaciones entre dichas emanaciones, hasta el punto donde la Luz original degradada, reside únicamente como una leve chispa en el interior de la persona, cubierta tanto por el cuerpo físico como tal y por el ego (nafs), es decir, todos aquellos rasgos psicológicos que hacen creer al individuo que es uno en sí mismo, separado tanto de los demás miembros de la especie humana, así como de la divinidad. Más allá de toda emanación y pervivencia de la Luz está la Tiniebla Pura, lugar totalmente opuesto al sentido de la Luz original.

En el marco del relato, es el ángel, que en la tradición islámica ampliamente reconocida también es un ser creado de luz, y que así mismo en el relato aparece caracterizado de manera equivalente en tanto se describe a sí mismo diciendo: “soy un sabio cuya esencia es luz” (Sohravardi, 2002. p.36), será  el encargado de guiar al pequeño atisbo de luz dentro del sujeto que por sí mismo despierta al encontrarse tras un largo camino con la divinidad en su forma originaria, de cierta manera, toda la obra resulta ser, más allá de sus personajes, sus metáforas y el entramado simbólico, más allá de su geografía transfigurada del “mundo imaginal” (ese intermundo entre el universo material y aquel de la divinidad, entre el universo profano de la humanidad y el pléroma donde se desarrolla la historia), un juego entre las diferentes dimensiones de la Luz.

En El ángel teñido de púrpura, el ángel ser creado de la esencia luminosa aparece cubierto de una tonalidad impropia, lo que es causado por su estadía en un mundo oscurecido, explicando el mismo que su apariencia rojiza se debe a un efecto similar al que causa el amanecer o el ocaso en las tonalidades del cielo, pues a medias entre la claridad y la negritud del firmamento se recrea un tono que a él también le viste.

Vale decir que, aunque la Luz esté presente en cada objeto del relato, no quiere decir que esto nos lleve a una noción de panteísmo, donde todo lo iluminado y lo que ilumina es la divinidad, sino, que la precisión de Sohravardi es tal que él mismo indica, que aunque los objetos transmitan la luz que no les es propia, esa luz es autentica presencia de la divinidad, particularmente esta noción se explica claramente en la relación de la joya que ilumina la noche con la luz emanada del árbol Tuba, estando la joya en una posición inferior en la cosmología de la luz sohravardiana, y el árbol en posición superior, ya que el texto explica respecto de la primera que “su luz procede del árbol Tuba” (Sohravardi, 2002. p.39). Como objeto iluminador, el árbol es el transmisor de la Luz que procede de su posición celestial, ya que se encuentra en medio del paraíso, la joya que ilumina la noche a su vez toma la Luz del árbol Tuba y la proyecta al observador, quien siguiendo la guía que se propone por medio del relato pudiese a su vez convertirse también en albergue de la Luz por su proximidad a esta. 

El siguiente momento donde queda declarado este alejamiento del panteísmo es en episodio de la lucha entre Rostam y Esfandiar, donde Simorg, criatura mítica del antiguo Irán, que desciende del Árbol Tuba con la Luz, la cual al ser presentada sobre un elemento reflectante queda impregnada de forma tal que el reflejo mantiene la potencia suficiente para deslumbrar, como resultado da la victoria a Rostam, quien en primera instancia fuera vencido por su adversario cuya arma era la fuerza, sin embargo, esa clase de poder es doblegado por la luz, que le confunde y tira del caballo, permitiéndole a Rostam darle muerte (cuyo sentido también será explicado más adelante). De este modo, la Luz que es una, transita por diferentes objetos siendo siempre la misma, permitiendo el desarrollo de la historia en la que no es el guerrero vencedor en sí mismo encarnación de la divinidad, sino que simplemente es revestido por la Luz única que transita por diferentes medios, pero que sin dejar de residir en un lugar ignoto, se proyecta a través de todo el mundo imaginal del relato.

La historia de Zal también es reveladora para comprender el símbolo de la Luz, pues este personaje aparece como el iluminado por excelencia, lo que no solamente resulta ser un estado interior, ya que sobre él se manifiesta físicamente la luz, pues “cuando, desde el seno de su madre, Zál hizo su entrada en la existencia, el color de su cabellera era completamente blanco y también su rostro era blanco por entero” (Sohravardi, 2002. p.42), asimilable a la descripción inicial del ángel guía del texto, sin embargo, estas características físicas causan horror en sus padres, quienes lo abandonan en el desierto, pero la muerte no sobreviene sobre el niño, ya que “Simorgh lo había cobijado bajo sus alas”(Sohravardi, 2002. p.42) y más aún, el ángel declara que “Zal vino al mundo terrenal bajo la mirada de Tuba. No hemos permitido que perezca” (Sohravardi, 2002. p.42). Con todo ello, este personaje adquiere una posición cercana respecto a la Luz original, logrando ser un intercesor frente a Simorgh y guía para su hijo Rostam.

La Simorgh, ave difusora de la Luz, se identifica también con la aparición de la epifanía en el transcurso de las diferentes eras que en el texto aparecen como los doce talleres que al mismo tiempo sirven de metáfora para los signos del zodiaco y los doce discípulos de Jesús. En el primer caso, el que nos sirve para avanzar en este trabajo, seguramente los signos zodiacales refieren a la visibilidad de las distintas constelaciones gracias al movimiento de precesión terrestre, de este modo, la Simorgh baja al mundo en cada era, manteniendo al mundo al descender con ella el iman o fe como legado a hombres perfectos, los profetas que entregan el mensaje de la Luz.  

Cabe preguntarse por el hecho de que no es la divinidad misma la que se revela en el relato, para el caso, es la Luz de Luces la que por medio del ángel, reflejo suyo, se pone como intermediario para mostrar qué debe hacer la pequeña Luz del humano para su reencuentro con el Pléroma. Ateniéndonos al universo de símbolos del sufismo iranio y el relato creado por Sohravardi, resulta que ésta Luz original es en efecto, una “luz negra”, pero esa negritud no es la misma generada por la degradación de la Luz primordial en sus sucesivas emanaciones, esta “luz negra” se explica porque en la ausencia absoluta de materia, es una luz invisible por no estar reflejada sobre ninguna otra cosa, en su origen la Luz misma es lo único existente. Según nos explica Corbin, “la Luz de luces, aquella por la que todas las luces visibles se constituyen como luces, es a la vez luz y tinieblas, es decir, visible por lo que hace ver, pero invisible en sí misma” (2000, p.116). Esta podría ser la causa al interior del relato del por qué la Luz original no asume un rol activo para mostrarse, salvo en la interacción desde otros. Una segunda alternativa es que si Allah mismo se presentase cabe la posibilidad de incurrir en idolatría, pues al convertirlo en texto más allá de sus nombres sería una forma de representarle materialmente con cualidades humanizantes.

La luz en el Corán

Antes de pasar a explicar la presencia del símbolo de la Luz en el Corán, recordar que el tratamiento que se le dará no es en tanto texto sagrado, sino como fuente literaria, que como tal nace en un contexto socio cultural determinado y como consecuencia está influenciado por el resto de fuentes que circulaban en el periodo temporal y zona geográfica, incluso haciendo referencias explícitas a estas como sucede con los texto e historias de los horizontes culturales judíos y cristianos tal como será evidenciado luego.

El símbolo de la luz se revela variadas veces en el Corán, pero haciendo referencia concreta a aspectos bien delimitados, pero no aparece como un eje central del relato, pues en sí mismo, el objetivo del texto en su amplio volumen no es específicamente instituirse como un relato iniciático para cada sujeto en específico, sino hacer una reivindicación del principio más importante del islam que es el Tawhid, es decir, la comprensión de la unicidad divina, y en conjunto con esto la sumisión de los individuos solamente a Allah, sumisión que implica seguir una serie de pautas de comportamiento que se desprenden del texto y que la tradición más tarde refinará, es así que “el Islam es una religión que exige a las personas vivir de una cierta manera, antes que aceptar un credo determinado. Hace hincapié en la ‘ortopraxis’ antes que la ortodoxia” (Armstrong, 2014, p.93.). Característica que permite la generación de diversidad de posturas teológicas a partir de una misma fuente, pero que se asumen dentro del marco de una misma gran religión.

Igual que en cualquier texto, el símbolo despliega significados que se complementan y se friccionan mutuamente, estando la Luz como indicación de la divinidad misma, como donación hecha por medio de revelaciones anteriores (la Torá y el Evangelio), la Luz como guía en el texto coránico, como rasgo de salvación o como característica física concedida a ciertos personajes particulares, entre otras acepciones.

En cuanto a la Luz como forma de referirse de manera directa a Allah, resulta particularmente significativo que éste sea uno de sus 99 nombres, an-Nur,  en el Corán queda explicitado esto en la sura 24.35 “Dios es la Luz de los Cielos y de la Tierra…”, más adelante, en la misma sura, en la aleya 40 se completa la idea respecto de la primacía de Allah, pues, “a Dios le pertenece la soberanía de los cielos y la Tierra; y a Dios es el retorno”. En suma, se indica la idea de que Alláh es la fuente original.

El descendimiento de la Luz divina aparece en diferentes ocasiones, identificándola tanto con las características de los textos, así como de los mensajeros que traen el texto que son los encargados de difundir y guiar, varias aleyas recogen este punto, asociando la luz con los libros sagrados precedentes, en el caso de la Tora lo encontramos en 5.44: “Es cierto que hicimos descender la Tora, en la que hay guía y luz”, asociado al profeta que lo reveló, también dice en 14.5: “Y, sin duda, hemos enviado a Moisés como Mensajero con Nuestras Revelaciones y signos diciendo: ‘Dirige a tu pueblo desde todo tipo de oscuridad hacia la luz’”. En 28.43 nuevamente nos encontramos con la luz en un contexto similar: “Y en verdad, después de que hubiéramos destruido esas generaciones anteriores, concedimos a Moisés el Libro como luces de discernimiento y sagacidad para la gente, y como guía y misericordia, con el fin de que puedan reflexionar y ser considerados”. Por medio de estos ejemplos podemos ver que para un evento y objetos relacionados, el símbolo de la luz adopta varias formas que no se excluyen dándose una serie de agregaciones a sus significaciones. Añadiéndose otra más cuando a Moisés se le manifiesta sobre su propio cuerpo la manifestación de la luz divina, esto se da en el marco de las disputas de este profeta contra el Faraón, quien entre las maneras para probarle el poder de Allah se nos dice que “sacó su mano, y acto seguido apareció blanca y brillante ante los que la miraban” (26.33), apareciendo narrado en otras dos oportunidades de forma muy similar en 27.12 y 28.33. Aquí vemos que solamente en referencia a un único personaje de la “historia sagrada” se suman al mismo símbolo diferentes ideas. En resumen, la Tora posee luz, que es difundida por el mensajero en particular, al que se le manifiesta como texto a la vez que como signo corporal para guiar a otros hacia la luz.

Para el caso del Evangelio, modo en que se refiere el Corán al Nuevo Testamento, se da un caso muy similar explicado en 5.46 “Siguiendo los pasos de aquellos, enviamos a Jesús, hijo de María, confirmando la Tora revelada antes que él y le otorgamos el Evangelio, en el que había guía y luz.

Haciendo referencia al Corán en sí mismo, el texto también lo relaciona con la luz, o más bien, se refiere al texto en sí como “Luz”* cuando lo menciona, ejemplo de esto son 4.174: “¡Oh seres humanos! Os ha llegado una Prueba procedente de vuestro Señor y hemos hecho que descendiese para vosotros una Luz clara”. También 7.157: “Siguen al Mensajero, el Profeta iletrado que encuentran descrito en la Tora y el Evangelio con ellos. Les ordena lo que es correcto, y les prohíbe lo que es malo; les hace lícitas las cosas buenas, e ilícitas las malas y corruptas; y les libera de sus cargas y de las restricciones que pesaban sobre ellos. Así que aquellos que creen en él, le honran, apoyan y ayudan y siguen la Luz que descendió con él, esos son los que se hallan dotados de prosperidad”. Por último 64.8 “¡Creed, entonces en Dios y Su Mensajero, y la Luz, que enviamos!”. Aunque el texto como tal no haga la asimilación directa entre el Corán y la Luz, esta queda de manifiesto por medio del contexto de estas aleyas, así como las explicaciones en torno al significado de estas mismas que elabora Ali Ünal, traductor de la edición analizada.

Además de estas formas mayoritarias en las que aparece la luz, se pueden agregar otro significado más, radica en la forma como aparecen diferenciados el monoteísmo como creencia correcta frente a la idolatría, siendo la primera el hallarse en la luz y la segunda en las tinieblas, ese es el significado que expresan aleyas como 13.16, 14.1, 33.43, 35.19-22, entre otras, de es preciso citar la 2.257 que dice: “Dios es el Confidente y Guardián de aquellos que creen, a los que saca a la luz desde todo tipo de tinieblas, manteniéndoles ahí firmemente. Y aquellos que no creen, sus confidentes son los taghut**; sacándoles de la luz a las tinieblas. Esos son los compañeros del Fuego, en que morarán”. Aquí es particularmente importante la noción de luz en singular y de tinieblas en plural, ya que la luz entendida como divinidad está modelada por el concepto de Tawhid, por lo tanto, solamente puede ser una, aunque en efecto el símbolo esté cruzado por una diversidad de significaciones, al contrario, las tinieblas aparecen en plural a causa que las desviaciones de la fe pueden darse de una forma múltiple, cada uno de esos otros caminos resultan ser formas erradas. 

* La traducción de Ali Ünal, base del presente análisis, diferencia la luz como signo o fenómeno físico con minúsculas de la “Luz” cuando se refiere precisamente al Corán o a la Luz de Allah (an-Nur).

** Taghud se refiere a todo y todos aquellos que pueden hacer que el creyente incurra en la adoración de algo distinto de Allah.


Referencias 


Armstrong, K. (2014). El islam. (2014). Debolsillo.

Corbin, H. (2000). El hombre de luz en el sufismo iranio. Siruela.

El sagrado Corán y su interpretación comentada [A. Ünal, Td.]. (2014). La Fuente

Sohravardi, S. Y. (2002). El encuentro con el ángel: tres relatos visionarios comentados y anotados por Henry Corbin. Trotta.

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