El feminista misógino

A riesgo de quedar como aquello mismo que quiero exponer en estas líneas, me parece que es propicio reflexionar sobre la figura del “feminista misógino”, conceptos sumamente contradictorios, pero que encarnan en cualquier hombre apasionado más por figurar que por dejar que las mujeres tengan su propio espacio y su propia voz. 

El “feminista misógino” hemos sido toda vez que nos apoderamos de los contenidos que en primer término no nos son propios, de las luchas y reivindicaciones de las mujeres a las que nos sumamos más por el afán de resaltar el protagonismo egocéntrico de vanguardia que por un sentimiento genuino, que por una genuina afectación visceral o racional frente a la opresión de la que no somos víctima, sino más frecuentemente victimarios. 

Ya han pasado varios siglos desde que las mujeres necesitaban la voz del hombre, por cuestiones de contexto histórico o cultural, para reclamar sus derechos. No cabe duda del aporte de ciertos hombres ilustrados que en el marco de su tiempo revolucionario avanzaron hacia la igualdad de derechos para hombres y mujeres, pero incluso antes y durante la época de las revoluciones burguesas, ya habían algunas mujeres que sacaron la voz por y para sí mismas, tales como Moderata Fonte con su “Il merito delle donne” de 1600, reconocido como el primer documento escrito por una mujer en defensa de la mujer (por supuesto que pudo haber existido otro anterior, sólo que oculto tras un anónimo o un pseudónimo). También tenemos a Marie de Gournay, que en diversas obras suyas denuncia los impedimentos que la sociedad de la época (y que lamentablemente se repiten hasta hoy) que impone a la mujer, en “Le promenoir de Monsieur de Montaigne” de 1594, denuncia al matrimonio, como limitación a la mujer condicionada por la supremacía masculina, luego en 1622 publica “Tratado de Igualdad de los hombres y las mujeres” en el que critica al sistema patriarcal y defiende la igualdad de capacidades intelectuales de la mujer frente al hombre. Más tarde, Mary Wollstonecraft, en 1792 en su obra “Vindicación de los derechos de la mujer”, todo un clásico del feminismo nos recuerda que no hay inferioridad natural de la mujer respecto del hombre y que ambos son seres racionales… y así sería posible llegar hasta el día de hoy mencionando infinidad de mujeres que con su propia voz han puesto sus demandas como seres plenos, sin la necesidad de un hombre que hable por ellas, pero todavía hoy, más de 400 años después de que estas primeras mujeres que lograron subvertir el orden social en su favor, quedan de estos “feministas misóginos” que equivocan en su posición declarando qué es lo que deberían hacer y cómo deberían ser las mujeres por el beneficio de ellas y no tomando el lugar que les corresponde como auténticos aliados, que es asegurando espacios de igualdad y educando a sus congéneres con respecto a las maneras que consciente o inconscientemente oprimimos a las mujeres, con su consecuente modo para remediarlo. 

Ningún día es bueno para que un hombre hable en nombre de las mujeres y sus derechos, excepto cuando no exista ninguna que pueda hacerlo, cosa que se podría producir casi exclusivamente en un grupo cerrado de hombres, pero que puede que no hagamos tan frecuentemente. Cada vez que un hombre pone su opinión “feminista” frente a las mujeres es en realidad un “feminista misógino”, no un aliado, para ello se requerirían no más palabras, sino acciones que se manifiesten en todos los espacios y no solamente frente a mujeres ante las que figurar. 

Hace algunos años en Chile se nos dio la postal más patética al respecto en la foto, un hombre en una puesta en escena, cuya figuración pública viral positiva que no duró más que un día y luego su descrédito, llegó a invisibilizar las justas demandas de una marcha feminista, como todo buen "feminista misógino", se muestra públicamente como un aliado entre mujeres, pero en el ámbito privado es de la peor calaña.   

Es de suma importancia que el concepto de “feminista misógino” no ha sido acuñado por mí, sino extraído de la autora Luce López-Baralt de su libro Un kama Sutra español, ahí, su sentido tiene que ver más con el carácter contextual de un hombre hablando en favor de la mujer sin la voz de la mujer, en un tratado erótico de un morisco español escrito c.1609, es una maravilla de texto que quizá comente en otra ocasión.

Amigo, evitemos ser el feminista misógino.



Para citar este artículo por favor usar: 

Cárdenas, L. (7 de marzo de 2024).  El feminista misógino. Sobre lo humano y lo divino. https://fadailalfaqir.blogspot.com/2024/03/el-feminista-misogino.html

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