Contra la cultura de la cancelación

Cada vez que un artista realiza un tweet polémico, se destapa un viejo "escándalo" (eufemismo para crimen/acción inmoral) o hay un grupo ofendido por el contenido de algún producto de la industria cultural, aparecen personas que dejan de consumir y llaman al boicot contra aquellos artistas, productoras, canales de TV, emisoras de radio, entre otros medios vinculados a la creación de esos contenidos. Es que la reacción del público ante las declaraciones o acciones escandalosas dentro del mundo artístico terminan por ser un impedimento para la libertad y la creatividad, al menos eso creen algunas personas. De aquí podríamos desviarnos fácilmente a un debate en torno al arte y su esencia... ¿Qué es el arte? ¿La obra es independiente de sus autores o autoras? ¿Se puede comprender el arte exento de su contexto de producción? Y otras preguntas más que no tienen que ver tanto con el objetivo de aquello que quiero expresar. 

Porque realmente, es el propio concepto de “cultura de la cancelación” el que me parece inapropiado para definir algo que se puede expresar con un término más preciso y profundo, a saber, consumo crítico

La idea de consumo crítico, pone a la persona frente a los productos de la industria cultural como un ser activo, capaz de conocer y analizar tanto el contenido de las obras, así como el contexto en que se elaboran, a partir de eso, tomar decisiones informadas de manera individual o colectiva. Cabe recordar, que la industria cultural ni el arte son neutros, crean contenidos y mensajes que pueden ir desde la simple expresión de una emoción hasta la propaganda, todos los productos culturales son medios y mensajes, ante los cuales cada persona puede tener una reacción y una opinión. Sería muy infantil seguir considerando a la gente como meros espectadores pasivos (lo que creían algunas antiguas teorías de la comunicación como la aguja hipodérmica), casi que por obligación tengan que aceptar de buena gana y por el propio mérito de la obra las películas de un pedófilo, los libros de una transfóbica o la música de un violador, como que si aquellas expresiones artísticas aparecieran espontáneamente y aisladas, pero sorpresa, no lo hacen. Para un consumidor o consumidora crítica, es más importante las implicaciones éticas de estar en contacto y financiar la producción de ciertos contenidos culturales, antes de lo bien pulido que pudiera estar el objeto artístico, lo que de ninguna manera es una forma de censura, sino, una reafirmación de la libertad, pues nadie puede impedir de antemano que el cuadro se pinte o el libro se escriba, cuando el problema está en la obra, la reacción es a posteriori, y cuando el problema es el autor, la acción del boicot apunta más directamente a dejar de financiar al criminal, socavar su posición de “ídolo” y hacer presión social para que sea sometido a un juicio si corresponde. 

Conceptos como consumo crítico, responsable o ético pueden perfectamente reemplazar la idea (que hasta suena un tanto despectiva) de cultura de la cancelación, idealmente, también pueden ser aplicados a la hora de evaluar el consumo que hacemos de productos culturales o artísticos. 

Horkheimer y Adorno en su crítica a la industria cultural nos mencionaban que “divertirse significa estar de acuerdo”, refiriéndose a que al divertirse hay una aceptación de lo que nos traspasa ideológicamente la industria cultural. Ahora, si nos planteamos como consumidores, podemos notar también, que consumir es estar de acuerdo y colaborar al mismo tiempo con las personas y organizaciones que respaldan o promueven actos que transitan entre lo inmoral y lo criminal.

Para bien o para mal, finalmente este problema puede plantearse también como un paralelo entre la importancia del valor de lo humano, frente a una pequeña parte del quehacer humano que es el arte, porque si bien, en ciertos niveles puede ser “tolerable” un comentario racista o misógino de algún artista, porque claro, ser imbécil no es un crimen. Pero, por otro lado, cualquier persona o artista que se vea involucrado en cosas como agresiones, pedofilia y violaciones, no solamente debería dejar de ser apoyado financieramente, sino que debería estar tras las rejas... y bastante que se conoce de la impunidad en el mundillo de la industria cultural.

Si nos concentramos en considerar a los consumidores como críticos frente a su propio consumo, la idea de “cultura de la cancelación” se desdibuja y pareciera que hay otras cosas que se hacen más evidentes, tal vez sería bueno reflexionar en la “cultura del encubrimiento”, aquella que enaltece a los individuos por destacarse en algún área invisibilizando sus aspectos más "escandalosos".


Para citar este artículo por favor usar: 
Cárdenas, L. (23 de julio de 2020). Contra la cultura de la cancelación. Sobre lo humano y lo divino. https://fadailalfaqir.blogspot.com/2020/07/contra-la-cultura-de-la-cancelacion.html

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