La mujer, compañera civilizadora


(Una reflexión en torno a la Epopeya de Gilgamesh)

El texto literario más antiguo de la humanidad aún puede seguir dándonos enseñanzas, para quién no lo conozca aún, se trata de la Epopeya de Gilgamesh que tiene unos 5 mil años, una poesía épica que cuenta las aventuras de Gilgamesh, un mítico rey Sumerio, junto a su amigo Enkidú y posterior búsqueda de la inmortalidad del rey tras la muerte de su amigo. Aquí no vamos a hablar del protagonista, sino de un personaje que en apariencia es secundario, pero que sin embargo, moviliza y da sentido a toda la epopeya.

Antes es necesario relatar que en la espléndida ciudad de Uruk, los habitantes rogaban a los dioses y diosas ayuda para que el rey Gilgamesh dejase de comportarse como un tirano, ya que "no dejaba a padres con sus hijos ni a las doncellas con sus amantes". Hasta que Arurú, diosa creadora, formó de barro a un hombre que era más parecido a una bestia para que compitiese en fuerza con el rey y de ese modo, este último moderase su actuar. Enkidú, fue ese ser creado, fue enviado a la tierra, pero los mitos cuentan que de algún modo olvidó que su misión era enfrentarse a Gilgamesh para dar cumplimiento a las rogativas del pueblo, se dedicó a convivir con los animales y prácticamente era uno de ellos, comía y bebía como un animal, tapaba los pozos de agua y destruía las trampas de los cazadores, siendo también un perjuicio para el pueblo.

Gilgamesh hasta este punto viene a representar de cierto modo a la civilización que se ciega en sí misma, que forma la grandeza de las ciudades, pero que olvida al bienestar de quienes las habitan. Por otro lado, Enkidú es la imagen del ser salvaje ensimismado, que obstruye el desarrollo humano. Es relevante que ambas formas de brutalidad son personajes masculinos.

Esta vez, es un cazador que pide consejo a su padre, quién lo envía al rey para solicitar específicamente la ayuda de una cortesana, más allá de eufemismos, de una prostituta sagrada, una mujer de alto estatus en la sociedad babilónica, educada y con derechos que iban incluso más allá del común de la población.

Shamhat, la cortesana concedida para ayudar al cazador (y movilizar toda la trama de la epopeya) llega hasta Enkidú. Pasan 6 días y 7 noches en el despliegue de las artes amatorias que traen al salvaje a un estado de civilización, al recuerdo de cuál era su misión.

La cortesana le dijo a él, a Enkidú:
“¡Enkidú, qué hermoso eres, semejante a un dios!
¿Por qué debes correr con los animales por las estepas?
Ven, yo te llevaré a la amurallada Uruk,
Al templo sagrado, la residencia de Anú e íshtar,
Donde vive Gilgamesh, inigualado en poder,
Y como un toro salvaje reina sobre su pueblo"...

Ella le habló hasta que a él le gustaron sus palabras.
(Fragmento de la tablilla I).


Tras lo cual la historia prosigue, Shamhat lleva a Enkidú ante Gilgamesh para que se enfrenten, cuestión que termina por convertir a ambos protagonistas en amigos inseparables. Son respondidas las rogativas del pueblo, el tirano y la bestia quedan enlazados, se doman mutuamente. La mujer resulta ser la mediadora, pero no es cualquier mujer, más allá de su rol de prostituta, es necesario destacar que es la mujer que se encuentra por sobre la tiranía y el salvajismo, es la mujer educada, no solamente en las artes amatorias, eran además encargadas de los templos de las más estimadas divinidades.

Shamhat aparece esporádicamente en las tablillas I, II y VI. En este último fragmento es maldecida por un Enkidú enojado a causa de su enfermedad que le augura la muerte, atribuye su debilidad tanto al cazador como a la mujer que lo arrebataron de su estado de naturaleza. A ella le desea una vida de mendicidad y maltratos. Ante esto Shamash, dios solar de la justicia, reprende a Enkidú, al decirle:

"¿Por qué, Enkidú, insultas a la cortesana? 
¿No te dio tres platos para comer, 
Como sólo corresponde a un dios? 
¿No te dio vino para beber, 
Como sólo corresponde a un rey? 
¿No te vistió con espléndidos ropajes 
Y te dio al glorioso Gilgamesh por amigo?...”
(fragmento de la tablilla VII)


Enkidú  se tranquiliza y cambia su maldición, ahora le dice que sea admirada por príncipes y nobles, además le procura riquezas y comodidad.

Hay cierta paradoja en el hecho de que el personaje reniegue aquello que lo hace ser, ya que en principio fue creado a petición del pueblo para suavizar la tiranía, pero él mismo se convirtió en un salvaje que obstaculiza el bienestar de la población. La mujer, desde su representación arquetípica de compañera sexual, sagrada y culta, la que forma al hombre, le viste y le alimenta a la manera de la gente civilizada, e igualmente lo conduce a la formación de vínculos sociales. En definitiva, lo domestica para que cumpla la misión de hacer de él mismo un contrapeso para la opresión del tirano. Pero Enkidú es un descarado malagradecido, que solamente recapacita ante la reprimenda del dios.
La epopeya prosigue con la historia de Gilgamesh en solitario. Sin embargo, este resumen comentado se detendrá en la reflexión del papel de la mujer.

Esa historia ya se contaba hace unos 5 mil años, pero ese relato puede tener ecos aún al día de hoy, cuando estamos ad portas de una revolución feminista en todo el mundo. La mujer es la que hoy en día toma el rol protagónico de despertar las fuerzas sociales que se encausan a la lucha contra todas las tiranías y salvajismos que se cometen. Hace miles de años, la prostituta sagrada de Mesopotamia era una de las pocas clases de mujer que era capaz de decidir sobre sí misma y sus bienes, nada más limitada al designio de sus diosas (hay algunos idiotas que despectivamente le llaman puta a las mujeres independientes y sexualmente libres en el presente), una de ellas quedó consagrada al mito en un rol que parece secundario, pero que a todas luces es el auténtico factor que moviliza a toda la obra, donde son los hombres los que dañan o quedan indefensos, son los que buscan consejo, los que dudan y frecuentan más en el error. Por el contrario, las personajes femeninas en general destacan por ser creadoras, movilizadoras de fuerzas de cambio, más sabias y de buen juicio. La mujer ya aparece construida, en oposición al ser masculino que se construye al avanzar del relato, los segundos son personajes en evolución moral, mientras las primeras aparecen ya evolucionadas o fijadas moralmente.

Otro aspecto digno de poner en paralelo es la sexualidad del rey y la cortesana, el primero es prácticamente un depredador sexual, siendo esto parte de las quejas de su pueblo, ya que “Gilgamesh no deja doncella a un amante, sea hija de héroe, o elegida de noble” (tablilla I). Suena a lo que contemporáneamente se ha dicho en una canción: “El estado opresor es un macho violador”, lo que para tales circunstancias era mucho más literal. Por otro lado, como ya antes se ha dicho, el sexo de Shamhat transporta al salvaje a un nuevo estado, a la construcción del individuo dentro de la sociedad.

Este largo comentario solamente pretende movilizar la reflexión, actualizar los mitos y abrir nuevas alternativas para su comprensión, quedan infinidad de desacuerdos que zanjar entre los y las especialistas en torno al los mitos, el estatus social e incluso la existencia de las prostitutas sagradas, a pesar de eso, podemos actualizar y volver a hacer propios estos relatos que aún a pesar de su antigüedad, nos hablan de la esencia de la humanidad.


 Los fragmentos de La Epopeya de Gilgamesh han sido extraídos de:
Anónimo. (2007). La epopeya de Gilgamesh. Santiago: LOM.

Otros textos que guiaron la reflexión:
Dadoun, R. (2006). El erotismo. Madrid: Biblioteca Nueva
McCall, E. (1994). Los Mitos Mesopotámicos. Madrid: AKAL
Rabinovich-Berkman, R. (Agosto 2013). El “Ciclo de Guilgamesh” y las primeras ideas sobre los límites al poder legítimo. Pensar en derecho. (2), 283-298.


Para citar este artículo por favor usar: 
Cárdenas, L. (17 de diciembre de 2019). La mujer, compañera civilizadora. Sobre lo humano y lo divino. https://fadailalfaqir.blogspot.com/2019/12/la-mujer-companera-civilizadora.html

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