La importancia de los maestros espirituales y de renunciar a ellos
Quizá es el sistema pedagógico más antiguo de la humanidad
es aquel en que la persona que más sabe adopta a un discípulo o discípula como
su aprendiz, para transmitir los secretos de la disciplina en sí misma y la
técnica de un quehacer en particular. Este modelo de enseñanza-aprendizaje está
atestiguado en los más antiguos textos sagrados de la humanidad y adopta una
diversidad de formas en la que el maestro puede ser desde un simple chamán,
profeta o mensajero con conocimientos a los que tuvo acceso mediante una experiencia
de éxtasis, la meditación o iluminación, pero incluso puede ser la divinidad
misma encarnada o mediante un avatar la
que decide relacionarse con la humanidad directamente.
Mucho se dice respecto a todo el proceso de discipulado, en
el que la persona transita (o lo debería hacer) desde ser un iniciado neófito
sin voz, hasta convertirse él mismo en un nuevo maestro. Obviamente, todo
proceso de aprendizaje requiere por una parte la imitación de la técnica y
conocimiento hasta lograr su perfecta ejecución antes de comenzar un camino
independiente. Donde más se conservó esta tradición en occidente fue en el
mundo de los gremios y las artes medievales (y un poco más allá). Aprendices, oficiales
y maestros eran denominaciones comunes en ese mundo que reflejaban en cada
peldaño una responsabilidad y un deber...
Pero retornemos a nuestro ámbito de interés, es en el mundo
de la espiritualidad en donde sobreviven estas formas pedagógicas, cuestión que
en modo general no tiene nada de malo, ya que si algo se mantiene por un par de
miles de años puede decir que su eficacia está demostrada, no obstante, al
adentrarse en los misterios de las creencias espirituales, no solamente estamos
adquiriendo una técnica o hábitos como lo pueden ser la oración o la
meditación, sino que además estamos metiendo a fuerza un modo de pensar que
obviamente tiene rasgos conservadores que atentan en muchos casos con el
ejercicio de derechos de cualquiera que no sea hombre, adulto, heterosexual y
adinerado.
Esto se viene a producir debido a que las principales
fuentes de información de la espiritualidad previa al new-age hunden sus raíces
en un tipo de sociedad totalmente distinta a la que tenemos en el presente, que
en general pecaba de ser excesivamente machista, etnocéntrica, teocéntrica e
irracional en relación a nuestra mentalidad más o menos moderna. No se mal
entienda que la espiritualidad del new-age en adelante está limpia de esos
problemas, los tiene y además carga con sus propios estigmas y contradicciones
que también serán objeto de análisis.
La problemática a la que nos enfrentamos es que, tenemos
unos portadores de conocimiento, un conocimiento ancestral e invaluable que
puede ampliar hasta el infinito nuestras posibilidades de ser, sentir y hacer
en el mundo, pero que para adoptarlo es necesario renunciar a muchas cosas,
cualquiera que alguna vez haya querido iniciarse ante algún maestro espiritual
más o menos auténtico, sabe que este le pedirá renunciar a cuestiones como
ciertos vicios nocivos para la salud, adquirir tal vez nuevos hábitos
alimenticios, llevar una práctica meditativa concreta, entre otras cosas, que
son realmente beneficiosas, pero por otro lado aparecen ciertas limitaciones
que justificadas tras la fe y la devoción pueden causar daños reales a la
persona, desde limitar sus relaciones sociales con personas ajenas al grupo, controlar
sus emociones, incentivar la culpa, controlar el tiempo del adepto, limitar sus
opciones de tratamientos médicos y un sinfín de otras cosas que implican una
relación de dependencia mental, emocional y física respecto del maestro.
El problema mayor es que nadie nos enseña a detectar los
llamados de alerta y en la constante vulnerabilidad que todos tenemos no
logramos ver cuando el “amor” del maestro y la comunidad se tornan en control y abuso por parte de ellos.
Pero, volvamos a los aspectos más positivos, probablemente
siempre requeriremos de un maestro, espiritual o no, que nos traspase los
conocimientos necesarios para desenvolvernos de mejor manera en el mundo, pero
la vida a la vez que es cíclica, marca una vía hacia adelante, transitamos
desde el no-saber, hasta la obtención del conocimiento y estamos llamados a
convertirnos en transmisores del saber. Tenemos que ser capaces de comprender
las enseñanzas (sobre todo las espirituales) en su contexto para transformarlas
en algo aplicable en el presente. Por ejemplo, abandonar la interpretación
misógina del mito de Eva, Adán y la Serpiente, dejar de culpar a las mujeres y
ver qué parte de ese relato dice algo de la condición humana. Lo mismo con
Pandora (de los griegos) o Sita (de los hindúes), hoy tenemos las herramientas
suficientes para entender más allá de las humanas limitaciones ideológicas de
un maestro espiritual es posible apropiarnos de sus conocimientos, su
técnica y disciplina, sin repetir los errores que retrasan el desarrollo de la
sociedad. Podemos ir de la mano de la espiritualidad, al mismo tiempo que
portamos el disfraz (o no lo hacemos) y renunciar al pensamiento mágico
infundado en favor de la justa racionalidad.
Para citar este artículo por favor usar:
Cárdenas, L. (17 de julio de 2019). La importancia de los maestros espirituales y de renunciar a ellos. Sobre lo humano y lo divino. https://fadailalfaqir.blogspot.com/2019/07/la-importancia-de-los-maestros.html
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Que bueno es que en el camino evolutivo de la humanidad, hoy podemos aprender de los Maestros virtuales. Gracias por este conocimiento.
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