Descargos contra la espiritualidad

Una pregunta siempre difícil de responder es el ¿qué es la espiritualidad? Sin duda, no hay una respuesta única y absoluta, pero hace falta una referencia general al sentido de este concepto para comprender de qué hablaremos y los riesgos de una espiritualidad personal, limitada al ámbito del quehacer meramente individual.

Desde el punto de vista conceptual, espiritualidad tiene una estrecha relación con “espíritu”, que proviene del latín “soplo”, a su vez, esta palabra tiene un símil en otros idiomas y culturas como por ejemplo del sánscrito prana, el griego pneuma, el hebreo ruah o el chino qi, todos ellos relacionados con el aire vital o la fuerza que moviliza al ser humano.

Suele darse la confusión de vincular de forma privativa la espiritualidad con la religión, no obstante la espiritualidad puede desarrollarse a través de cualquier medio, reunirse con un grupo de amigos a disfrutar una actividad deportiva puede ser tanto o más espiritual que cantar mantras u orar en un templo de cualquier lugar. 

El punto fundamental de este concepto es la vinculación con algo más, la búsqueda y realización de un sentido al cual está movido cada ser humano, definitivamente el ser espiritual es algo simple y cotidiano que se ve reflejado en todas las acciones que tienen por objetivo la verdad, la bondad y la belleza. Ahora esas tres palabras que acabo de mencionar obviamente están mediadas por el foco de cada cultura que percibe ciertas nociones particulares del deber ser de la humanidad, pero están siempre alejadas de procurar conscientemente un daño a cualquier otro ser.


Pero a pesar de que el desarrollo espiritual es una cuestión meramente personal, no es egoísta, la auténtica espiritualidad implica formas de saber, ser, sentir y hacer que involucran al resto de forma que toda aspiración espiritual motiva a generar una transición del propio mundo hacia la verdad, la bondad y la belleza. Es esta razón por la que los grandes “maestros espirituales” de la humanidad no han sido figuras impasibles y ajenas a la opresión que se vive en sus contexto de origen... si Moisés se hubiese conformado con que su pueblo fuera libre de ejercer su culto monoteísta y fuera tratado con respeto por el opresor, tal vez ya nadie lo recordaría. Lo mismo si Jesús hubiese sido un predicador soso y funcional al Imperio Romano y al servilismo de los rabinos de su época, su enseñanza probablemente se hubiese perdido. También Muhammad se rebela contra los quraishíes y los maltratos que sufrían los primeros seguidores del islam por tener una nueva religión, tal vez si él simplemente hubiese aceptado los abusos cometidos contra su comunidad el islam no hubiese pasado de ser una creencia extinta. Lo mismo sucede más hacia el oriente, Buda a pesar de iluminarse a sí mismo, dejó tras de sí un recorrido en el que devela toda la inutilidad de los formulismos rituales ante el sufrimiento de los que han sido relegados socialmente...

La lista de ejemplos al respecto podría ser infinita. No obstante, algo ha sucedido en el presente con la espiritualidad, por alguna razón (y no solo en el ámbito religioso-institucional) el sentido del desarrollo espiritual se ha convertido en una actividad egoísta, a la sobreprotección de una ideología entendida como falsa consciencia, en donde hay una marcada tendencia hacia el consumo de bienes y servicios específicos que proveen un estatus particular, en el que el pseudo-espiritualista intenta por todos los medios marcar una distancia con aquellos que no comparten la forma que adoptan sus “creencias”, a partir de ahí es posible visualizar dos fenómenos que van de la mano, por un lado las personas que individualmente se disfrazan con un manto de santurronería, ritualismos y habitan un modo de hablar particular abundante en conceptos espirituales descontextualizados y neologismos que usan para darse una pretendida veracidad. Por otro lado están los que deciden replicar esto mismo, pero agrupados ya de forma sectaria. 

Muy probablemente todos ellos dirán que trabajan por el bien de la humanidad, sin embargo tan sólo son capaces de entregar cuanto mucho caridad, sin subvertir ni cuestionar el orden social, ya que les acomoda muy bien el modo de producción capitalista y el marco de las relaciones sociales basada en la distinción de clases a través del consumo, incapaces de ver finalmente a los otros como iguales sin distinciones.

La espiritualidad se termina cuando se convierte en una simple contemplación y apreciación del mundo que acepta la realidad tal cual es y pone una venda en los ojos de aquellos que buscan una especie de salvación personal sin mirar al otro que sufre. También se deja estafar el que se dedica a comprar cursos y clases de meditación como si aquello fuera la respuesta definitiva a sus problemas, porque ese no es, el problema es el mundo tal como es que genera tensiones sociales tan grandes y a la vez las invisibiliza mediante la aspiración del progreso personal material o espiritual.

Personalmente estimo que pretenderse un iluminado en un mundo lleno de contrastes tales como el hambre, la pobreza y la opresión mientras otros viven en la más absurda opulencia es un contrasentido.

La espiritualidad deber ser revolucionaria, debe buscar la anarquía en su sentido más puro, en el que no haya ningún otro que esté sobre alguien más aprovechándose de su dolor, donde cada uno enfoque su fuerza vital hacia el bienestar de todos.

El resto no son más que caricaturas que promueven la enajenación y el beneficio propio. Salvo que la espiritualidad se malentienda como bien de consumo, será siempre una posición política determinada que va en contra del poder temporal, así lo demuestra el ejemplo de los “maestros”, de esta manera lograr un avance sustancial en las condiciones de la humanidad. Otra cosa distinta es que luego de la desaparición del dios encarnado o profeta sus intentos sean cooptados por el poder temporal nuevamente y la espiritualidad degenere en un sistema religioso que promueve otra vez la opresión. 

Ya pasaron los tiempos de los grandes sistemas de creencias, de las conversiones masivas y forzosas, el desarrollo el componente espiritual en cada uno es una cuestión que carece de una guía clara, nos encontramos invadidos por una multiplicidad de mensajes muchas veces contradictorios que llaman primero la atención por lo exótico que por la profundidad o comprensión que de ellos podamos tener, siempre suena mejor un concepto intraducible del sánscrito o el chino que la búsqueda dentro del marco de la religiosidad que tiene una mayor proliferación en nuestro occidente que es fruto de una dominación más antigua (y contingente) o aquello que genera una identidad geográfica ancestral derivada del hecho de ocupar la tierra que alguna vez habitaron los pueblos que estuvieron aquí antes de la invasión europea. Tampoco es que sea estrictamente necesario buscar afuera lo que siempre estuvo aquí o en caso contrario limitarse a no mirar más allá de las posibilidades de una creencia con la que culturalmente debiese tener mayor cercanía, no obstante, esta búsqueda debe ser siempre responsable ética y socialmente, ya con eso es suficiente.

Para finalizar, solo queda agregar que este texto es simplemente una visión personal fundada en una reflexión constante no exenta de una que otra acción sobre el mundo real, no tendría el descaro de escribir estas líneas si no fuera consciente al menos de la responsabilidad derivada del saber, ser, sentir y su ineludible hacer que implica la espiritualidad. Espero que estas mismas líneas sean parte de una idea que se expanda y logre hacer sentido en cada una de las personas que pueda leer este texto. 

"comprar su camino hacia el crecimiento espiritual es mejor que ganárselo" 

Para citar este artículo por favor usar: 
Cárdenas, L. (1 de noviembre de 2018). Descargos contra la espiritualidad. Sobre lo humano y lo divino. https://fadailalfaqir.blogspot.com/2018/11/descargos-contra-la-espiritualidad.html

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